miércoles, 10 de octubre de 2012

Fuerte como la roca y tierno como la flor






























Gracias a Don Freddy Miranda por compartir tan entrañables historias sobre este gran hombre que ahora compartimos con todos los que, en uno u otro momento conocimos y admiramos a Don José Merino.



Fuerte como la roca y tierno como la flor


Conocí a José Merino, en 1976, cuando yo militaba en la Juventud Vanguardista Costarricense (JVC). Él ya era un dirigente del Partido Vanguardia Popular (PVP) y formaba parte de sus cuadros profesionales. Estaba casado entonces, con Nieves Martínez, una española muy agradable, inteligente y guapa, que tuvo un   programa en la televisión nacional dirigido a los niños, y con la que procreó su primer hijo. 

En 1976, la Universidad de Costa Rica tenía un centro de estudios en Puntarenas, que era parte de la Sede de Occidente que funcionaba en San Ramón de Alajuela. Dicho sea de paso, ese centro se financió gracias a la Ley Ferreto o ley del atún. En aquella época era un centro muy  pequeño. Para entonces, en estudios generales, estudiaban el fenómeno de los monopolios. 

A los miembros de la JVC de esa época se nos ocurrió organizar una conferencia sobre ese tema pero desde la óptica marxista leninista.  Solicitamos al PVP  que nos enviase un conferencista, y nos enviaron a Merino; quien dio una charla magistral que dejó deslumbrados a todos los estudiantes del Centro; explicando, si mal no recuerdo, que los monopolios eran una realidad irremediable de la economía capitalista, y un fenómeno ineludible de su fase imperialista.

Pero lo que los encantó más, no fue el mensaje, sobre todo fue, el mensajero. Merino irradiaba una energía muy especial como de alguien muy sabio, muy ilustrado, a pesar de que entonces andaría por los 28 años de su vida. Con sus tupidas cejas, el pelo lacio semidesordenado cayéndole a los lados y ese acento peninsular europeo, con su tono de bajo profundo, lograba  capturar a la audiencia, con un aire de académico, de alguien muy erudito.  

Entiendo que siempre gustó de leer mucho, de estudiar a profundidad lo que caía en su campo de interés. Para mí, siempre fue más un hombre de pensamiento; al que la vida lo empujó a entrar en acción, para defender sus ideas, lo que el razonamiento y el estudio de las cosas le indicaban que era lo correcto.   Y vivió como pensó, comprometido con sus ideales hasta el tuétano. Hizo de la militancia partidaria, allí por donde pasó, un apostolado, porque era parte de su compromiso mayor, su compromiso con la humanidad.

Merino era sobre todo un ciudadano del mundo que por los avatares de la vida, arribo a las costas de nuestra patria. Como el poeta, de él podríamos decir: “Con hogar o vagabundo, mi patria no tiene nombre: Soy ciudadano del mundo y compatriota del hombre”.

Ese compromiso suyo con las buenas cosas de la vida, lo hizo enamorarse para siempre de la patria pequeña que es Costa Rica, como un capítulo menor, de ese libro mayor que es la humanidad. Y la amó de la mejor manera que se puede amar a la patria, defendiéndola de quienes en su consideración, querían abusar de ella, esquilmándola y entregándola impúdicamente a la voracidad de quienes hacen de la codicia y la obnubilación por el dinero, el leitmotiv de su existencia. 

En sus luchas y en particular en sus labores de parlamentario, se ganó el respeto de quienes compartían sus ideas, pero sobre todo de quienes las adversaban. Porque en su vida no hubo simulaciones, dobles contabilidades o algo parecido. Fue un ser humano cabal, de principios, de esos a quienes se les respeta por si mismos, por la forma en que viven su vida, si recovecos escondidos. Se puede no estar de acuerdo con ellos, pero se les respeta por la honradez de su pensamiento y un comportamiento sin oportunismos personales, siempre guiados por un ideal superior.  Merino era un hombre diáfano, claro y transparente, de verbo encendido y profundidad de pensamiento, que en los momentos de amistad y conversación relajada tenía una hermosa y cálida sonrisa.

Ahora solo queda que esta patria a la que él amó y por la que luchó con denuedo, con tal de engrandecerla, lo reciba amorosamente en su seno, como a uno de sus mejores hijos. Que la memoria de su fructífera vida, ayuden a su esposa Patricia y a sus hijos a mitigar el dolor de su temprana partida.

Freddy Miranda  militante del Frente Amplio

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