lunes, 12 de noviembre de 2012

miércoles, 10 de octubre de 2012

Fuerte como la roca y tierno como la flor






























Gracias a Don Freddy Miranda por compartir tan entrañables historias sobre este gran hombre que ahora compartimos con todos los que, en uno u otro momento conocimos y admiramos a Don José Merino.



Fuerte como la roca y tierno como la flor


Conocí a José Merino, en 1976, cuando yo militaba en la Juventud Vanguardista Costarricense (JVC). Él ya era un dirigente del Partido Vanguardia Popular (PVP) y formaba parte de sus cuadros profesionales. Estaba casado entonces, con Nieves Martínez, una española muy agradable, inteligente y guapa, que tuvo un   programa en la televisión nacional dirigido a los niños, y con la que procreó su primer hijo. 

En 1976, la Universidad de Costa Rica tenía un centro de estudios en Puntarenas, que era parte de la Sede de Occidente que funcionaba en San Ramón de Alajuela. Dicho sea de paso, ese centro se financió gracias a la Ley Ferreto o ley del atún. En aquella época era un centro muy  pequeño. Para entonces, en estudios generales, estudiaban el fenómeno de los monopolios. 

A los miembros de la JVC de esa época se nos ocurrió organizar una conferencia sobre ese tema pero desde la óptica marxista leninista.  Solicitamos al PVP  que nos enviase un conferencista, y nos enviaron a Merino; quien dio una charla magistral que dejó deslumbrados a todos los estudiantes del Centro; explicando, si mal no recuerdo, que los monopolios eran una realidad irremediable de la economía capitalista, y un fenómeno ineludible de su fase imperialista.

Pero lo que los encantó más, no fue el mensaje, sobre todo fue, el mensajero. Merino irradiaba una energía muy especial como de alguien muy sabio, muy ilustrado, a pesar de que entonces andaría por los 28 años de su vida. Con sus tupidas cejas, el pelo lacio semidesordenado cayéndole a los lados y ese acento peninsular europeo, con su tono de bajo profundo, lograba  capturar a la audiencia, con un aire de académico, de alguien muy erudito.  

Entiendo que siempre gustó de leer mucho, de estudiar a profundidad lo que caía en su campo de interés. Para mí, siempre fue más un hombre de pensamiento; al que la vida lo empujó a entrar en acción, para defender sus ideas, lo que el razonamiento y el estudio de las cosas le indicaban que era lo correcto.   Y vivió como pensó, comprometido con sus ideales hasta el tuétano. Hizo de la militancia partidaria, allí por donde pasó, un apostolado, porque era parte de su compromiso mayor, su compromiso con la humanidad.

Merino era sobre todo un ciudadano del mundo que por los avatares de la vida, arribo a las costas de nuestra patria. Como el poeta, de él podríamos decir: “Con hogar o vagabundo, mi patria no tiene nombre: Soy ciudadano del mundo y compatriota del hombre”.

Ese compromiso suyo con las buenas cosas de la vida, lo hizo enamorarse para siempre de la patria pequeña que es Costa Rica, como un capítulo menor, de ese libro mayor que es la humanidad. Y la amó de la mejor manera que se puede amar a la patria, defendiéndola de quienes en su consideración, querían abusar de ella, esquilmándola y entregándola impúdicamente a la voracidad de quienes hacen de la codicia y la obnubilación por el dinero, el leitmotiv de su existencia. 

En sus luchas y en particular en sus labores de parlamentario, se ganó el respeto de quienes compartían sus ideas, pero sobre todo de quienes las adversaban. Porque en su vida no hubo simulaciones, dobles contabilidades o algo parecido. Fue un ser humano cabal, de principios, de esos a quienes se les respeta por si mismos, por la forma en que viven su vida, si recovecos escondidos. Se puede no estar de acuerdo con ellos, pero se les respeta por la honradez de su pensamiento y un comportamiento sin oportunismos personales, siempre guiados por un ideal superior.  Merino era un hombre diáfano, claro y transparente, de verbo encendido y profundidad de pensamiento, que en los momentos de amistad y conversación relajada tenía una hermosa y cálida sonrisa.

Ahora solo queda que esta patria a la que él amó y por la que luchó con denuedo, con tal de engrandecerla, lo reciba amorosamente en su seno, como a uno de sus mejores hijos. Que la memoria de su fructífera vida, ayuden a su esposa Patricia y a sus hijos a mitigar el dolor de su temprana partida.

Freddy Miranda  militante del Frente Amplio

viernes, 7 de septiembre de 2012

canas proféticas




Dicen que las canas son de las cosas que más afectan al ego del político neoliberal Otto Guevara . Pues imagínense  lo que éstas puedan profetizar a corto plazo en lo que está enfrentando este testigo sospechoso...
Hay que ver como trabaja la mafia política que no le tiembla la mano para joder incluso a uno de los de su misma especie... ¡Por eso son Mafias!

jueves, 16 de agosto de 2012

Odio a los indiferentes

Antonio Gramsci 1891 - 1937. 

Creo que vivir quiere decir tomar partido. 
Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. 

Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. 

La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado? 

 Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas. 

 Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.


 Antonio Gramsci, “Odio a los indiferentes” (11 de febrero de 1917) 22 de enero de 1891 – 27 de abril de 1937

lunes, 6 de agosto de 2012

Adiós Chamana!








"Adiós Volcán" por Pedro Almodóvar


06/08/2012 

Durante veinte años la busqué en sus escenarios habituales y desde que la encontré en el diminuto backstage de la madrileña Sala Caracol llevo otros veinte años despidiéndome de ella, hasta esta larguísima despedida, bajo el sol abrasivo del agosto madrileño. Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores, y dispuesto a seguir cometiéndolos, a intentarlo de nuevo. 

El gran escritor Carlos Monsiváis dijo "Chavela Vargas ha sabido expresar la desolación de las rancheras con la radical desnudez del blues". Según el mismo escritor, al prescindir del mariachi Chavela eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras. En el caso de 'Piensa en mí', (eso lo digo yo) una especie de danzón de Agustín Lara, Chavela cambió hasta tal punto el compás original que de una canción pizpireta y bailable se convirtió en un fado o una nana dolorida.

Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela. "Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira. Les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca (YO NUNCA, cantaba ella) he llorado". Chavela creó con el énfasis de los finales de sus canciones un nuevo género que debería llevar su nombre. 

Las canciones de José Alfredo nacen en los márgenes de la sociedad y hablan de derrotas y abandonos, Chavela añadía una amargura irónica que se sobreponía a la hipocresía del mundo que le había tocado vivir y al que le cantó siempre desafiante. Se regodeaba en los finales, convertía el lamento en himno, te escupía el final a la cara. 

Como espectador era una experiencia que me desbordaba, uno no está acostrumbrado a que te pongan un espejo tan cerca de los ojos, el desgarro con tirón final, literalmente me desgarraba. No exagero. Supongo que habrá alguien por ahí que le pasara lo mismo que a mí. En su segunda vida, cuando ya tenía más de setenta años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano, en España encontró una complicidad que Méjico le negó. Y en el seno de esta complicidad Chavela alcanzó una plenitud serena, sus canciones ganaron en dulzura, y desarrolló todo el amor que también anidaba en su repertorio. "Oye, quiero la estrella de eterno fulgor, quiero la copa más fina de cristal para brindar la noche de mi amor. Quiero la alegría de un barco volviendo, y mil campanas de gloria tañendo para brindar la noche de mi amor." A lo largo de los años noventa y parte de este siglo, Chavela vivió esta noche de amor, eterna y feliz con nuestro país, y como cada espectador, siento que esa noche de amor la vivió exclusivamente conmigo.


Chavela te cantaba solo a tí, al oído, y cuando el torrente de su voz fue menos potente, (no hablo de declive, ella no lo conoció, hizo y cantó lo que quiso y como quiso) Chavela se volvió más íntima. Las mejores versiones de 'La llorona' las interpretó en sus últimos conciertos. Abordaba la canción con un murmullo, y en ese tono continuaba, recitando palabra por palabra, hasta llegar al épico final. Cantar lo que se dice cantar solo cantaba la última estrofa, de un modo ascendente hasta gritar su última y breve palabra. "Si como te quiero quieres llorona, quieres que te quiera más. Si ya te he dado la vida, llorona, qué más quieres. ¡Quieres MÁS!" Estremecía escuchar la palabra "más" gritada por Chavela. 

La presenté en decenas de ciudades, recuerdo cada una de ellas, los minutos previos al concierto en los camerinos, ella había dejado el alcohol y yo el tabaco y en esos instantes éramos como dos síndromes de abstinencia juntos, ella me comentaba lo bien que le vendría una copita de tequila, para calentar la voz, y yo le decía que me comería un paquete de cigarrillos para combatir la ansiedad, y acabábamos riéndonos, cogidos de la mano, besándonos. Nos hemos besado mucho, conozco muy bien su piel. Los años de apoteosis española hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que solo había conseguido la gran Lola Beltrán antes que ella. En el patio de butacas tenía a mi lado a Jeanne Moreau, a veces le traducía alguna estrofa de la canción hasta que Moreau me murmuró "no hace falta, Pedro, la entiendo perfectamente" y no porque supiera español. 

Y con su deslumbrante actuación en el Olympia parisino consiguió, por fin, abrir las puertas que más férreamente se le habían cerrado, las del Teatro Bellas Artes de Méjico DF, otro de sus sueños. Antes de la presentación en París un periodista mejicano me agradeció mi generosidad con Chavela. Yo le respondí que lo mío no era generosidad, sino egoísmo, recibía mucho más que daba. También le dije que aunque no creía en la generosidad sí creía en la mezquindad, y me refería justamente al país de cuya cultura Chavela era la embajadora más ardiente. Es cierto que desde que empezara a cantar en los años cincuenta en pequeños antros (¡lo que hubiera dado por conocer El Alacrán, donde debutó con la bailarina exótica Tongolele!) 


Chavela Vargas fue una diosa, pero una diosa marginal. Me contó que nunca se le permitió cantar en televisión o en un teatro. Después del Olympia su situación cambió radicalmente. Aquella noche, la del Bellas Artes del D.F., también tuve el privilegio de presentarla, Chavela había alcanzado otro de sus sueños y fuimos a celebrarlo y a compartirlo con la persona que más lo merecía, José Alfredo Jiménez, en el bar Tenampa de la Plaza de Garibaldi. Sentados debajo de uno de los murales dedicados al inconmensurable José Alfredo bebimos y cantamos hasta el amanecer (ella no, solo bebió agua aunque al día siguiente los diarios locales titulaban en su portada 'Chavela vuelve al trago'). 


Cantamos hasta el delirio todos los que tuvimos la suerte de acompañarla esa noche, pero sobre todo cantó Chavela, con uno de los mariachis que alquilamos para la ocasión. Era la primera vez que la escuchábamos acompañada por la formación original y típica de las rancheras. Y fue un milagro, de los tantos que he vivido a su lado. En su última visita a Madrid, en una comida íntima con Elena Benarroch, Mariana Gyalui y Fernando Iglesias, tres días antes de su presentación en la Residencia de Estudiantes, Elena le preguntó si nunca olvidaba las letras de sus canciones. Chavela le respondió: "a veces, pero siempre acabo donde debo". Me tatuaría esa frase en su honor. ¡Cuántas veces la he visto terminar donde debe! Aquella noche en el indescriptible bar Tenampa, Chavela terminó la noche donde debía, bajo la efigie de su querido compañero de farras José Alfredo, y acompañada de un mariachi. 

Las canciones que ella desagarró en el pasado, acompañada por dos guitarras, volvieron a sonar lúdicas y festivas, donde y como debía ser. 'El último trago' fue aquella noche un delicioso himno a la alegría de haberse bebido todo, de haber amado sin freno y de seguir viva para cantarlo. El abandono se convertía en fiesta. Hace cuatro años fui a conocer el lugar de Tepoztlán donde vivía, frente a un cerro de nombre impronunciable, el cerro de Chalchitépetl. En esos valles y cerros se rodó 'Los siete magníficos', que a su vez era la versión americana de 'Los siete samuráis' de Kurosawa. 

Chavela me cuenta que la leyenda dice que el cerro abrirá sus puertas cuando llegue el próximo Apocalipsis y solo se salvarán los que acierten a entrar en su seno. Me señaló el lugar concreto de la ladera del cerro donde parecían estar dibujadas dichas puertas. Circulan muchas leyendas, orgánicas, espirituales, vegetales, siderales, en esta zona de Morelos. Además de los cerros, con más roca que tierra, Chavela también convive con un volcán de nombre rotundo, Popocatépetl. Un volcán vivo, con un pasado de amante humano, rendido ante el cuerpo sin vida de su amada. Tomo nota de los nombres en el mismo momento en que salen de los labios de Chavela y le confieso mis dificultades para la pronunciación de las "ptl" finales. 


Me comenta que durante una época las mujeres tenían prohibido pronunciar estas letras. ¿Por qué? Por el mero hecho de ser mujeres, me responde. Una de las formas más irracionales (todas lo son) de machismo, en un país que no se avergüenza de ello. En aquella visita también me dijo "estoy tranquila", y me lo volvió a repetir en Madrid, en sus labios la palabra tranquila cobra todo su significado, está serena, sin miedo, sin angustias, sin expectativas (o con todas, pero eso no se puede explicar), tranquila. También me dijo "una noche me detendré", y la palabra "detendré" cayó con peso y a la vez ligera, definitiva y a la vez casual. "Poco a poco", continuó, "sola, y lo disfrutaré". 

Eso dijo. Adiós Chavela, adiós volcán. Tu esposo, en este mundo, como te gustaba llamarme, Pedro Almodóvar * Texto facilitado por 'El Deseo'

lunes, 14 de mayo de 2012

indignados cara e pingas






 León Triba


¿QUIÉNES SON?

Son los chorvis, el lumpen “los cara de picha”.
Los que ningunean su propio sexo en la metáfora del desperdicio.
Los que huelen a zorra en sus devaneos, los que pueblan de ruidos la rutinan en el ejercicio de su estupidez y en el impulso imaginario de un equilibrio de clases sostenido en la moral de las patinetas.

¿QUIÉNES SON?

Vasijas de plástico fragmentadas, sonajeros cósmicos borrachos de silencio, que se sientan en el estuario de la risa, son los diferentes, son “los cara de picha”.
Cada quien es su gurú, su guía  en la espiritualidad de sus ritmos.
El volador mastica sus chicles saturados de barbitúricos y psicotrópicos, ofrecen el yagé y el peyote a la madrugada.
Un arpón de delirios abre la herida en los promontorios cerveceros y las rayas cruzan las paredes nasales dibujando sus cebras de amor, gravitan en el insomnio del borde humedecido de “caciques y cigarros”.
Un enclave de improperios tapiza la barra, la esquina, el parque, el corazón mismo, el mostrador es un muelle de alientos trasnochados y un horno en donde se cuecen los abrazos hermanados.

¿QUIÉNES SON?

Son “los cara de picha”, los valeverguistas, aquellos en los que la luz rediviva la ironía del orden,los anarcos de la duda y los metódicos de la espera.
Son los indignados, los calumniados, los cabreados, los que de pronto se ganan la calle reclamando el ejercicio de su propia democracia, son los amigos leales, inclaudicables, los imprescindibles, que en su tótem de placer germinan las virtudes solidarias.

¿QUIÉNES SON?

Son “los cara de picha”, los incomprendidos, mis amigos, los que tatúan con su semen la órbita de los cometas, son ellos y ellas, porque las caras de picha no distinguen el género.
Son todos ellos, esos largos caminantes  que forman y tejen la red del asombro en las noches de lluvia, mientras los demás dormimos.

martes, 28 de febrero de 2012

Alejandra...


¡Cantás con el alma de una voz militante...
y con el brillo de una piel de diosa!...