martes, 5 de abril de 2011

Fuego



Fuego eterno
Juan Gil-Albert (España, 1904 – 1994)

A Heráclito de Éfeso

¿Será verdad que un fuego primitivo llevamos dentro?
¿Que esto que por los aires, luz sideral latiendo, contemplamos,
anima nuestro cuerpo como parte de un rutilar inmenso que nos tiembla bajo nuestra piel?

Eso que llaman luz, esa armonía, eso que tan ajeno nos parece, campo en que respiramos, ¿será esta misma llama irreductible de nuestra intimidad?

¿No seremos acaso lo que somos o nos parece ser sino las chispasde esas frondas oscuras, palpitantes, en cuyo anhelo todo se resume como un aparecer sin esperanza?

¡Raza del hombre! ¡Ah, delicioso infierno de la tierra! Tal vez será un reposo haber llegado a tu fragante orilla.

Aquí donde la carne y sus placeres, este sufrir tan nuestro, la fruición de las manos laboriosas, los objetos del arte y sus impactos como de permanencia, los besos que intercambian quienes se van y vienen, todo lo excelso, claro, fugitivo, que aflige y nutre a un tiempo, dan el tibio interregno en que se cuece nuestra ternura.

Luego de haber surgido de la luz y antes de que en su día se incorpore, in eterno, a su luz.

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